lunes, 23 de mayo de 2022

No soy Clarice Lispector

 Y aquí estoy recordando mis sueños de grandeza desde mi posición minorizada. No tengo dinero pese a trabajar un chingo. Siento ansiedad, porque los gastos me rebasan y superan por mucho mis ingresos. Y el único lujo que me concedo es el taxi para llegar al trabajo. Quizá uno o dos más. No, ningún otro.

Hay opciones para tirar de cash que aliviaría el estrés. Pero resistiré porque también siento vergüenza de tomar el dinero así porque sí, aunque sea para fines específicos, con causa (noble), pues.

Estoy ansioso. Frustrado. Desesperado. No logro llorar ni aunque me lo proponga. Sé qué es lo que también me duele. Tiene nombre propio. Tan breve como inversamente proporcional honda es la herida. La huella fósil.

Mis interlocutores no están o no existen; no los hallo en los nuevos canales comunicativos de la normalidad pospandémica. El cubrebocas existencial silencia todas mis posibilidades de hablar (de haber, me dictó el subconsciente y teclearon mis dedos en el teclado).

Leer es una suerte de ventana que abierta de par en par me permite tirar para fuera de mí y distraerme. Y traerme de vuelta desde esos “más allá” ignotos y, no obstante, conocidos.

Esta vez no hay pulsión de muerte empujando para saltar al abismo. Quizá por eso tengo tanta ansiedad; síndrome de la Maldita Primavera: creer que volverá a mí, aunque sea yo mismo el que regrese para abrazarme con fuerzas. Algún día.

Estoy cansado de pensar; agotado de sentir “de más”; exhausto por exceso de solicitismo, hastiado de jugar al héroe. Quién cuida al cuidador es una añeja pregunta del feminismo francés. Savoir Être Aidant al descuidado es una demanda im/propia.

Y aquí estoy anochecido habitando un espacio privilegiado que me regala tiempo para la queja por escrito y con copia; con posibilidad de subirla a un blog y desperdigar el lamento. Porque puedo sufrir a solas, pero siempre viene bien un poco de rating. Una reacción ajena. Una piedad encorazonada.

Todo pasa, se sabe. A ese clavo mal colgado en las paredes de mi existencia me aferro. Hay florecillas sonrientes en el jardín. Por supuesto que quiero sentirlas cerca de mí.

Amanecer bien vale una noche de agobios, sobre todo si la sirvo con dos hielos en un vaso con whisky.  

jueves, 7 de mayo de 2020

LA "NUEVA" A-NORMALIDAD


¿Qué hay en la normalidad que gusta tanto a la gente? Dicho de otro modo, ¿Por qué existen legiones que no quieren que ésta regrese a sus vidas?

La repetición constante sobre las acciones a emprender (y los gestos y actos a evitar) tras el ¿fin? del confinamiento se ha convertido en una obsesiva nombradía de la vuelta a la “nueva” normalidad.

¿Cómo se puede volver a lo que es “nuevo”? Ya eso me devana los sesos. Pero la razón de mi angustia es esa manía por la vuelta a la normalidad (lo que se entienda por ésta) como si aquella hubiese sido casi el paraíso que el confinamiento nos ha arrebatado de un día para otro; como si la vida con limitaciones (nada nuevo, excepto que ahora son evidentes y ensalzadas, incluso; penadas, como siempre) fuera casi un averno (lo que entendamos por uno y por otro).

En mi particular visión de mundo, más cercana al habitus medieval-monacal que al de la posmodernidad acelerada (válgase la redundancia si es posible) lo que menos deseo es una vuelta a la normalidad, entre otras, porque fue esa dinámica de muchas dinámicas (la mayoría de ellas vorágines de híper estimulación, agujeros negros de la autoconciencia, orgías continuas de consumismo real y virtual; inmensos campos de precariedad y vulnerabilidad creciente por la sinergia mercado-explotación de la vulnerabilidad planetaria) la que nos ha llevado al búnker de la incertidumbre (aplica restricciones).

Pero no porque la normalidad nos regalara certezas, sino porque la costumbre se había hecho cuerpo y habitaba con nosotros; la rutina con sus inercias agota, pero da sensación de felicidad (a veces). El encierro ha desvelado (revelado y rebelado) la condición de insignificancia (real y metafórica) que habíamos olvidado por vivir aprisa, lo normal dirían tantos.

De manera que no deseo una vuelta a la normalidad: ni nueva ni la de antes, sino mantener mi normalidad si es posible llamar así la vida al ritmo de mi dinámica que se enzarza con otras que responden también a pulsaciones propias y no a una gran máquina que nos acelera sin reparar en los distintos tiempos que habitan el tiempo.

La obsesión por la normalidad (de antes, como si ésta ya se hubiese extinguido para todos) enseña, además, la importancia de los discursos tanto como la de las prácticas para la existencia humana: a fuerza de escuchar repetidamente verdades sociales dichas desde el poder y precisamente porque existe el poder, la gente sea ha convencido de que lo normal es el estado idóneo para vivir la vida.

La homogenización de los deseos (más que de las necesidades) como falsa idea de reconocimiento de las diferencias y satisfechos a través de la explotación (muchas veces consentida) es la normalidad añorada. La rutina como burbuja que aislaba del compromiso de mirar (y en consecuencia, corresponsabilizarse con) las otras burbujas. La normalidad como única experiencia vital.

El encierro ha revelado de súbito el egoísmo de todos y lo han intensificado; el “sálvese quien pueda” enmascarado en el cursi “si te salvas tú, me salvo yo” (o a lo mejor ni es cursi y así he querido verlo yo desde mi ingenuidad) es otra forma de egoísmo racional (llamémoslo así) operativo en pro de la propia supervivencia, ergo, la de la especie.

Pero también quedó al descubierto (¿novedad?) la interdependencia, no sólo la de las economías y el mercado, sino la de la satisfacción de las necesidades elementales para vivir en armonía (es un decir), en normalidad (que dice la mayoría). Una lección aprendida debería ser que bajo ninguna circunstancia habría que recortar los presupuestos (antes bien incrementarlos en cuento sea posible) destinados a la salud y educación de calidad públicas ni al campo. Nunca.

Porque lo invertido en seguridad (alimentar la inseguridad si fuésemos honestos) no ha servido para impedir la invasión de un virus a los estados nacionales…

La normalidad y ahora, la “nueva” normalidad es más de lo mismo, es un discurso simplista, de exclusión y de negación de lo distinto ahora (más) evidentes: otras maneras de convivir, subsistir, habitar el mundo (sin etiquetas sería lo idóneo), de abandonarlo; otros tiempos, otros ritmos, otras pulsaciones en las que los seres vivientes se realizan a sus modos sin que ello implique renunciar a la conciencia y acción de corresponsabilidades colectivas.

Quizás ahora cobra (mayor) sentido que vivir es una responsabilidad consciente y compartida (aplica más restricciones).

Pero se añora, se desea la rutina con todas sus manías porque trae consigo la sensación de certeza que la anormalidad arrebata supuestamente; la de descubrimientos que han aflorado para millones con este tiempo ajeno a los registros de los relojes.

El estado de excepción (normal) nos ha dejado claro (al menos a quien esto escribe) varias situaciones. Precisamente ha sido la ruptura de la normalidad la que me ha dejado la mayor certeza y no es poca cosa: se puede estar y dejar de estar en el mundo en un instante sin que los demás se den cuenta. Existencia pura.

La anormalidad hace constar que lo único anómalo ha sido (casi) siempre lo normal. A mí me basta.

jueves, 28 de noviembre de 2019

LA GUERRA SÍ IMPORTA


El patrimonio no te importa, ni ellas ni a bastantes. Pero como eres ‘buenito’, como los animalistas, antitaurinos, antiespecistas, veganos, igualitaristas, amigueístas, entre otros, no expresas lo que quieres sino lo que toca decir. La corrección política a todo lo que da.
La noción de patrimonio como la de violencia es una construcción cultural que abreva en lo simbólico y en lo imaginario que (nos) entreteje nuestro día a día. Y por supuesto, tiene efectos reales en distintas gradaciones en las personas.
Asumir que dañar el patrimonio es consecuencia del reclamo de atención, justicia, cambios de actitud y dejar la omisión de las instancias gubernamentales y que por consecuencia es válido, implica aceptar que se permita seguir destruyendo monumentos a cambio de no hacer nada y que la violencia contra las mujeres continúe campando a sus anchas e infligiendo dolores infinitos.
Si son o no las maneras, no debería ser lo central del (pseudo) debate, sino cómo reaccionar (como respuesta y como doble acción) desde todas las instancias posibles a una plaga que cercena a miles y miles de mujeres (aunque no solamente) en este país (y en muchas otras partes del mundo). Qué hacer y cómo y ya son la urgencia.
Hoy derribas un monumento y se restaura, dicen. No es cierto. Lo que fue ido es, lo que se hace es construir uno nuevo que salvo las históricas piedras y la valoración artística (sobre todo afectiva) es también una representación (como el antiguo) de un conjunto de valores, sueños, aspiraciones y deseos de un grupo social, comunidad, personas, estado (y que tiene un plus para especialistas en la materia).
Las piedras valen, sí. Cuentan, también. Como contabilizan y valen las vidas de las mujeres víctimas de las violencias y de las consecuencias varias de las mismas. Incluso en la de caer en el juego “daño el patrimonio porque he sido dañada; ergo, piedra por piedra”; una i-lógica que no termino de entender.
Si quisiera ser reaccionaria, la dinámica tendría que ser vida por vida y hasta que se nos acaben las mujeres y los hombres. Fin del juego.
Dañar el patrimonio sin causar un rasguño a otros dispositivos de poder que se ejercen contra las mujeres hace estéril o poco efectiva la lucha; alguna vez se acabarán los monumentos qué destruir y el entramado social (patriarcal en el que estamos imbuidas todas y participamos todos) se mantendrá (se mantiene) erguido.
La guerra frontal debe librarse en las familias; las mismas que van a los servicios religiosos a pedir el bien por los suyos y el castigo a sus desiguales. En las aulas de todos los niveles educativos, que insisten en la división sexo-género en la organización del día a día escolar: uniformes, colores, actividades y trato dirigido en función de su asignación de niña o niño.
En la publicidad que apela a las diferencias sexuales (y lo que eso supone) para vender maquillaje, trapos low cost, cuchillas de afeitar, bebidas, medicamentos, calzado, afectos, experiencia y más sin que alguien repare en la violencia que implica demandar un ser-hacer de género según la asignación impuesta al nacer. El género y su actuación 24 x 7 también es violencia. Muchas violencias.
Reclamar espacios seguros o sólo para mujeres es también violencia porque se esencializa un género y se naturaliza la conducta bárbara del otro. Se solicitan como medida pero se defienden como territorio natural. Autoviolencias. Sin educación las medidas son parches poco efectivos (al menos para algunas, algunos).
Reeducar es una opción menos violenta y con efectos favorables de largo alcance. Pero quién se lanza a ese ruedo. Es más efectista golpear la violencia con violencias porque en el pasado así se han ganado muchas batallas (arruinar, lo dice el Himno nacional, citan los zafios). La historia, sin embargo, también da cuenta de victorias obtenidas sin violentar.
El caso es que no se puede mantener el estado de rabieta 24 x 24 ya que en algún momento quien se cansa y deja de atacar “se rinde”; entonces gana la piedra, el monumento, el sistema que tiene la capacidad de autoregenerarse y disminuir los daños y reparar los efectos de la agresión. Y responde con más violencias.
No se puede ganar si sigue añorando el amor romántico, la boda de blanco, la luna de miel, la casita en la playa, los hijos y la mascota, “primero las damas”, “los caballeros no tienen memoria”, “ellas no cover”, la vida resulta egoísta y feliz sin comprometerse con el otro.
Es nuestra lucha, dicen y no quieren aliados, sino aliadas. Otra vez la esencia: nosotras víctimas (por naturaleza), ellos malos por sistema. Cuento de no acabar porque se continúa alimentando el sistema. La rabia sin metodología es un combustible casi infinito.
Mientras tanto, la lucha y las piedras seguirán en pie hasta que alguna de las partes triunfe y se yerga como un monumento más alto, más fuerte, más invencible.

miércoles, 15 de mayo de 2019

LA BEBIDA MÁS AMARGA


¿Qué lugar ocupa quien (no) llora?
*
Treinta días ha que esperaba tu arribo: no llegaste.
Llegaste en forma de pretexto, mensaje apresurado, notificación. Tu nombre se pierde ahora en todos los nombres. Zozobro.
**
No tengo palabras para describir a un traidor: ahora entiendo porque la traición se juzga con pena de muerte.
Antes de la suya, ha causado heridas mortales en aquellos que traiciona.
No pido su muerte, reclamo a mi memoria un lugar para su olvido.
***           
Veintiún días de silencio. Nada. Ni llanto ni duelo. Ni heroísmos ni heridas. El pasmo permanente. El estado liminal; gelatina mal cuajada. Moscas.
Canciones a deshoras. 
Un llanto que no surge que no escurre que es convocado y se oculta a punto de salir. Congestión nasal. Silencios. Me vuelvo loco.
"¿Me quieres o no?".
Tu ausencia cruza todas las puertas de mi casa y me descolocas. Paradoja espacial: me okupas y desalojas al mismo tiempo.
Ningún sistema nervioso soporta este estado tanto tiempo.
No sé llorar a mis muertos. Hablo con ellos aun más que lo que parlo con los vivos. Pero tú: fantasma y fuego volátil no estás en ninguna parte; tu omnipresencia invisible me fragmenta.
****     
Has tenido tiempo, gestos, obsequios, palabras para otros: has preferido a un taidor. No lo entiendo y lo acepto; no me resigno y permito que fluya (que fluyas)… esta rabia sin remedio me carcome.
Sonrío porque toca hacerlo.
Ayer hablé de ti con alguien más. Mi boca profanaba la tumba de todos los silencios que la amordazaban; no dije tu nombre… hablé de tu ausencia en mi rutina, de tu partida sin despedida, de la nostalgia que me asfixia más que la polución que nos envuelve desde hace mucho.
...
Tu nombre se pierde en otros nombres. Llueve. Diluvia. Y resuenas en el eco de los truenos: eres la tempestad que no culmina en mi sucesión de días.
*****
No volverás: ¡qué remedio!
Resulta ahora que abril no era el mes más cruel: lo eres tú. Clavo, mortaja, cruz, ajenjo.
...
Der bittere Trank...

jueves, 21 de marzo de 2019

A PROPÓSITO DE EDUCACIÓN 4.0


Echando un vistazo. Y sólo eso: un vistazo a algunos documentos y portales web a propósito de la denominada Educación 4.0, me surgen varias inquietudes:
Dado que la educación en y de la era digital demanda nuevas formas de enseñar-aprender y en consecuencia, reclama cambios en el proceso enseñanza-aprendizaje en espacios que rebasan (y a veces, también desbordan) el aula y por ende, requieren otro tipo de docente y de estudiante:

1. ¿Los estudiantes que accede(rá)n a una educación 4.0 poseen las habilidades cognitivo-lingüístico discursivas para resolverse en las tareas que ésta demanda? ¿Son competentes? ¿Lo son también los docentes?
Los planteamientos de la educación en la era digital, es decir, la Educación 4.0 responden a un entorno virtual como si éste únicamente estuviera alojado en la Nube, se plantean ajenas  a un contexto (cambiante), no están situados en una realidad que es material y que es en la que (aún) existen personas con cuerpo.

2. Al respecto, de “un cuerpo sin órganos”, según Roberto Lanz en su portal Gestión del talento, la Educación 4.0 plantea otras nuevas tareas para el docente, tales como
a. Aprendizaje flexible en función de las necesidades e intereses de cada alumno.
b. Aprendizaje al propio ritmo y a la velocidad de cada alumno con independencia de su edad y curso.
c. Aprendizaje digital con feedback constante a partir del análisis de los datos derivados del progreso del propio aprendizaje (Learning Analytics). [Recuperado de https://robertoranz.com/2016/05/30/una-educacion-4-0-para-el-fomento-del-talento-4-0/]

Un conjunto de tareas que trascienden la actividad en el salón de clases (lo cual, dicho sea de paso, siempre ha sido así, pero sin reconocimiento efectivo). De ser así, ¿quién paga al docente en función de este desempeño que demanda una inversión de tiempo superior al que se le es reconocido en términos salariales?
Porque al docente se le sigue pagando sólo por la hora clase-presencial  impartida. ¿Puede el docente en la Educación 4.0 vivir sólo de bits/byts?

3. Una de las características de las “Profesiones en la era digital” es que forman parte de un “Mercado laboral de trabajos sucesivos, no para toda la vida [que demanda una] Formación continua” (según Red LaTE México) por parte del profesionista.  [Recuperado de https://www.unadmexico.mx/sitios/SIESADV3/descargas/presentacionesFaseVirtual/Foro_1/Presentacion_RedLaTEMx.pdf]

Aunque expresado de este modo propositivo, ¿no es acaso una manera cínica de advertirnos sobre el ahondamiento (y hundimiento en) la precariedad laboral manifiesta en sueldos miserables, sin prestaciones laborales ni asistencia sindical, esto es, el vacío laboral en el que el trabajo intelectual y físico vale (cuando vale) sólo como una suerte de pago por evento”?
¿No se trata de un expolio intelectual?
¿No encubre la flexibilidad una nueva forma de explotación laboral que raya en la esclavitud?

La Red LaTE México agrega: “La formación no reglada es más accesible que nunca”, ¿querrá decir acaso que lo no reglado es lo relacionado con las prestaciones laborales en tanto que al no existir un contrato colectivo de trabajo no hay norma alguna que garantice los mínimos derechos a los neo esclavos renombrados emprendedores talentosos?

Lo anterior me hace recordar a Byung-Chul Han: “Ahora uno se explota a sí mismo y cree que está realizándose” [Recuperado de https://elpais.com/cultura/2018/02/07/actualidad/1517989873_086219.html]

Según Red LaTE México, los estudiantes de la era digital “Demandan información ágil e inmediata”, ¿de verdad la demandan? Y si es así, ¿qué tipo de información requieren?, ¿cómo la reciben, organizan, procesan, responden?, ¿a qué interés obedece esa demanda de información?, ¿quién se beneficia de ese tráfico de información?

En ningún momento, las fuentes consultadas plantean la conformación de estudiantes críticos que devengan ciudadanos. Para Ranz, “una educación 4.0 para el fomento del talento 4.0” no requiere adquirir habilidades cognitivas lingüístico discursivas que también lo habiliten (lo hagan competente) en el ejercicio de una lectura crítica de sí, de su lugar en el mundo en relación con los otros, de su responsabilidad ética en su desenvolvimiento social cotidiano; no se plantea cómo debe conducirse en sus dinámicas intra e interpersonales ni un compromiso con el consumo sustentable ni alude a prácticas justas, equitativas, no-violentas.

¿Será acaso que como plantea Red LaTE los jóvenes: “Viven parte de su vida en Línea en Red, [mantiene] relaciones de interés y amistades [en] varias comunidades virtuales”, entonces, no necesitan comprometerse con otro real, de carne y huesos, con una materialidad y un cuerpo que importa?

La vida se reduce a un estar ocioso pero no un ocio creativo o reflexivo, sino uno pernicioso que “demanda información ágil e inmediata” aunque no sea crítica, veraz, responsable. La vida reducida a un scrolling virtual.

4. Un requerimiento importante de la Educación 4.0, según la Fundación MAPFRE es la gamificación; que “en educación consiste en realizar una actividad lúdica o llevar al aula los elementos y características principales de los juegos para implicar a los alumnos y ofrecerles una nueva forma de aprendizaje más cercana a su lenguaje y a su manera de entender el mundo” [Recuperado de https://www.fundacionmapfre.org/fundacion/es_es/images/desafio-tecnologias-educacion-libro-profesor_tcm1069-421445.pdf].

La cual, sin duda, debería ser central en todos los procesos de enseñanza-aprendizaje. Puesto que esta idea revestida de novedosa seguramente viene de esas pedagogías hegemónicas abrazadas sin asomo de crítica a los mandatos del mercado bajo la nominación de investigaciones originales y modernas.

El juego como estrategia didáctica, es tan añeja como la humanidad, por lo que no vale como revelación de las nuevas formas de enseñar-aprender en la Educación 4.0; mucho de lo que ésta propone, es una lavada de cara de lo que ya a finales de los 90 planteaba la educación por competencias cuando demandaba la ejecución de competencias genéricas cruzadas con cuestiones heurísticas y axiológicas.

Por supuesto que la gamificación es válida e incluso necesaria y tendría que formar parte (ser considerada como un recurso más) en el diseño y elaboración de Planes y Programas de estudio, en la planeación de actividades y producción de materiales educativos, en las dinámicas cotidianas del salón de clase y los entorno virtuales, en las formas de evaluación de los procesos en función de los tiempos de aprendizaje y estilos de aprendizaje del estudiantado. Y desde luego, de las capacidades docentes (que para ello, puede ser capacitado). Pero no abrazarla con la fe e ingenuidad de que resulte la redentora de la educación en la era digital.

El empleo de las apps como recurso educativo son también herramientas que contribuyen a refrescar y hacer más efectivas las prácticas de enseñanza-aprendizaje como resalta MAPFRE, pero una app sólo funciona de manera conveniente si existe (está instalado) previamente un software, ¿cuál es el software del estudiante promedio en este país?

5. Hay que tener muy claro que la Educación 4.0 responde a las demandas que enfrenta la industria 4.0 (¿a alguien le suena a déjà vu?), hay una pátina de aquel discurso que se reprodujo cuando se impuso el modelo de enseñanza-aprendizaje basado en competencias.

De modo que la necesidad central no es educar a las personas para resolverse la vida en la era digital (seres materiales para la virtualidad, vaya paradoja), sino de crear trabajadores que satisfagan únicamente los requerimientos de un obrero digital.

De ahí que, como señala la SEP, lo que hay que considerar para satisfacer el nuevo reclamo es:
La cooperación entre estudiante y docente es la base de la enseñanza.
La comunicación es el principal vehículo del aprendizaje.
Se fomenta la resolución de problemas reales.
Incorpora el juego y la creación de entornos reales como el principal motor del aprendizaje.
La evaluación es un proceso constante para mejorar y progresar.
Utiliza las TIC como herramientas de acceso, organización, creación y difusión de los contenidos [Recuperado de https://docente.4-0.ipn.mx/index.php/educacuion-4-0/]

¿De verdad existe un planteamiento nuevo en esta propuesta? Me resulta una tomadura de pelo.
Y como es fácil advertir en los requerimientos de la nueva propuesta, a menos que no haya comprendido nada, en ningún momento se precisa una formación humanística que considere la inmersión del estudiante en cuestiones lingüísticas, artísticas, creativas, deportivas, interculturales, ecológicas ni críticas.

Para la Educación 4.0, siempre de acuerdo con la SEP, basta la “autodirección, el trabajo en equipo, la autoevaluación, el aprendizaje [basado en] proyectos con el uso de la tecnología”, entendida ésta como el único objetivo de la educación en la era digital. ¿Y dónde queda lo humano en la Educación 4.0?

Seguramente donde ha estado siempre desde que la educación se convirtió en discurso y no en movilización de conocimientos críticos y prácticas éticas. 


Referencias bibliográficas:
Una educación 4.0 para el fomento del talento 4.0. Recuperado de https://robertoranz.com/2016/05/30/una-educacion-4-0-para-el-fomento-del-talento-4-0/

jueves, 24 de enero de 2019

PARTIR ES UN VERBO CRUEL



Para Ana Rosa, in memoriam

Empezamos a partir desde el momento en que arribamos. Conocer tal certeza, sin embargo, no nos libra de la sorpresa ante la noticia de que alguien se nos ha adelantado en el camino; puesto que uno es el saber teórico compartido por una comunidad social, y otra, diferente, la experiencia propia de despedir a alguien con quien hemos andado un momento del recorrido existencial.

No es necesaria una convivencia cotidiana para sentir esa muerte como próxima. En este caso, los derroteros compartidos durante tres años, aderezados con los problemas y las ilusiones propias de la adolescencia de quienes fuimos a finales de los ochenta, han sido un pegamento suficiente (fuerte, se sabe) para mantener la cohesión aún en la larga distancia que suma ya más de treinta años.

Y sin embargo, no por lejana, una muerte es menos dolorosa. Vienen al presente las vivencias acunadas en un pasado que es distante y siempre actual en momentos como éste o en los de alegría cuando se trata de recuperar y compartir las viejas anécdotas de aquellas experiencias que nos fueron conformando las mujeres y los hombres que somos ahora.

La noticia cimbra porque pudimos ser nosotros los que hubiésemos emprendido ya ese inevitable viaje sin retorno. La rutina interrumpida por el asombro (¡lo fantástico!) da paso a una experiencia paradójica: el miedo y la calma: quién sigue y al menos, no he sido yo. Por eso corremos a abrazarnos en la distancia, a refugiarnos en el recuerdo o clavarnos en el presente como si aquella infausta nueva no fuera parte de nosotros. Sobrevivir, continuar, exige, algunas veces, una dosis de no-empatía. Gana, no obstante, la solidaridad.

El affect en que nos movimos tantas veces, mantiene su constante de atracción entre aquellos adolescentes que fuimos y los adultos que somos. Sin duda hay recuerdos gratos y chuscos de otras etapas de la vida escolar. Pero apelo a las vividas y compartidas en la Secundaria porque entonces, como ahora (quizá no para todos, of course), la incertidumbre y las ganas de vivir se confundían con la emoción de compartir con quienes preferíamos estar y la desdicha de amanecer con un nuevo barrito.

Tanto hemos cambiado y continuamos siendo los mismos, las mismas. Ayer nos unió la celebración por el nuevo año, ahora nos recogemos silentes, aún sorprendidos, en torno al recuerdo de una compañera de viaje que ha partido ya a otro lugar.

No importa que hace mucho tiempo nos hallamos dejado de ver, de compartir sobre nuestro día a día (ahora próximos, nuevamente, por la omnipresencia de las redes sociales), su adiós nos afecta porque estuvimos juntos, alguna vez, tantas veces. Y porque como el nacimiento, toda muerte es única (y sorprende). Afortunadamente, el consuelo y la esperanza entre quienes quedamos, también.

Un abrazo solidario para todas y todos, ex integrantes del Grupo C.

jueves, 17 de enero de 2019

DE RETOS (Y DE) INEPTOS



¿Se puede leer críticamente lo que se publica en Facebook?
La interrogante vale para cualquier otra red social O espacio virtual considerado para el ocio. La pregunta surge a propósito de la publicación de un estado (que he eliminado ya) relacionado con el mundialmente famoso #10yearschallenge con el que quería conocer qué leen mis contactos cuando miran (y a veces, hasta dan like) mis publicaciones.
En general, comparto notas de corte científico, educativo, social, artístico y a veces, memes; los cuales, en ocasiones, me reditúan un puñado de likes (dado que no tengo más de cien contactos en Facebook, ergo, las reacciones a mis estados no rebasan los 5 “me gusta”), a excepción de algunas fotografías que han superado las 20 reacciones. Un exitazo ciber social.
La publicación (puede verse al final del texto) expresa que en 2009 era un licenciado de la Universidad Veracruzana y diez años, soy un doctor por parte de la Universidad Nacional Autónoma de México. Agregaba una leyenda: Mi particular #10yearschallenge 🤣 con la precariedad a la alza y sumando... ¡la felicidá total.
La frase (ese ‘mi particular’ ya advertía de mis intenciones) era un guiño al lector-contacto, una advertencia a mirar con atención. En tanto que la gente que está en mi listado de Facebook son personas que conozco y me conocen personalmente, la mayoría tiene conocimiento de mi andadura académica (y todo lo que está emparejada a ésta en el mundo laboral actual; la academia también tiene sus guerras de hambre).
De modo, que esperaba algún comentario como respuesta y no un ‘me gusta’ o un ‘me encorazona’. La publicación alcanzó los 16 likes; algo que no han conseguido otras de mayor interés general, con contenido crítico, de envergadura intelectual amplia, etcétera, porque como he adelantado, no suelo recibir muchas reacciones en esta red (ni en Instagram ni en ninguna otra debido a mi reducido número de contactos). De suerte que esta cantidad me resulta abrumadora. Pero más aún que nadie haya leído, entendido ni comprendido el sentido más amplio de lo expresado en la publicación.
De ahí mi pregunta, ¿es posible leer críticamente lo que se publica en Facebook? O ¿la naturaleza de la red hace innecesario esta lectura? ¿Cómo se lee en redes sociales? Porque me consta que se lee: ocurre un proceso de reconocimiento del código, se descifra, se entiende y se reacciona al mismo ¿también se re-conoce el contexto? Entonces, ¿por qué no he obtenido una respuesta articulada, reflexiva, compasiva, incluso y sí solo ‘me gusta’ y corazones? ¿Son estos pulgares y corazones ya una respuesta crítica e incluso lastimera de mi situación vital?
Diez horas después, aproximadamente, he intervenido la publicación inicial con una adenda que cito:
Agradezco los likes y corazones dados a esta publicación insulsa' (he compartido muchas más con info interesante que no tienen un sólo like y quizá deban ser atendidas) en la que ironizo dos situaciones:
(a) la idiotez del mundo para sumarse a cualquier ídem y
(b) que la educación formal y la educación superior (y creo que ya casi cualquier educación) en este paisito no supone escapar de la 'miseria del mundo' y su precariedad y vulnerabilidad crecientes... egresar de la Universidad da satisfacciones y muchas (vaya que sí), pero no garantiza la movilidad social (ni otras tantas cosas).
Estás advertidxs 🙃
GRACIAS
Puedo especular que debido a la estima que me tienen los ‘reaccionantes’ sólo han visto la evolución académica de un servidor (de licenciatura a doctorado) y lo celebran. Quizá, han reconocido el # y reaccionan. Punto: no hay por qué teorizar ante un estado de Facebook. O tal vez, sólo han visto la publicación y su dedo estaba tan cerca de una reacción y ya está. Like.
Sostengo que las reacciones a lo publicado en redes sociales implican una responsabilidad. El like por el like y el compartir por compartir tiene consecuencias en quien da el click y en lo que rodea al contenido valorado. Se responde a una situación que no por virtual, graciosa, en tendencia (tendenciosa acotaría yo) deja de tener efectos en el mundo real (lo que se entienda por real ahora).
En tanto que lo publicado-reaccionado supone la presencia (por activa o por pasiva) de personas las valoraciones tienen efectos éticos en los que pocos reparan. Menos aún, asumen las consecuencias del gesto, del acto.



“Likear” ha devenido un verbo imperativo. Lavarse las manos y “alejarse lentamente”, una acción inhumana que ocultan mal los algoritmos, también. Leer críticamente es la respuesta a esta deslectura del mundo que se desmorona más rápido de lo que uno pueda imaginar. Anda tú a ver quién se suma a este challenge.